Thomas Tuchel decidió sustituir a Kevin Grosskreutz por Julian Weigl. Una declaración de principios frontalmente opuestos a los que han regido el juego del Borussia Dortmund en los siete últimos años, los de Jürgen Klopp. El fino Weigl sustituía al tosco Grosskreutz -traspasado al fútbol turco- y con ello el juego de posición ocupaba el lugar del juego directo. Aunque la prensa seguía hablando de una modificación suave del estilo borusser, Tuchel estaba aplicando un giro radical al modelo de juego. Weigl por Grosskreutz, un símbolo por otro símbolo, un fútbol que no se parece apenas en nada al de Klopp.
El Borussia Dortmund es hoy, junto al Bayern de Múnich y las selecciones de Chile y Perú, uno de los equipos que mejor y con más precisión practica el juego de posición. Thomas Tuchel ha construido en pocos meses una maquinaria eficiente, pivotada alrededor de Julian Weigl (20 años), que muestra un gran dominio en el ataque posicional, precisamente la gran laguna de los últimos años en Dortmund, el flanco débil del juego de Klopp.
Jürgen Klopp fue una bendición para el BVB. Cuando en noviembre de 2013 acudimos juntos a conocer por dentro la organización del club que había sido finalista de la Champions League, Áxel Torres preguntó sobre qué ocurriría si Klopp decidía alguna vez abandonar el equipo. Carsten Cramer, director de marketing del BVB, respondió: "Esto es inimaginable. Klopp es parte del escudo del club".
Pero ocurrió. Y ocurrió esencialmente por agotamiento del modelo de juego. Durante cierto tiempo, el "heavy metal" de Klopp resultó eficaz y ganador. Ganó dos ligas consecutivas, barrió en la Copa al Bayern de Heynckes (5-2) y alcanzó la final de Champions, cuyo trofeo solo perdió en el minuto 88. Pero en los dos años siguientes acabó a 25 y 33 puntos respectivamente del campeón de la Bundesliga. La liga alemana se disputa a un máximo de 102 puntos (34 partidos), con lo que hablamos de 204 puntos como tope máximo en dos temporadas. Bien, pues el Dortmund se dejó 58 puntos respecto del campeón en esas dos temporadas, una diferencia abrumadora.
Hubo atenuantes, sin la menor duda. El BVB perdió a Götze y Lewandowski, que pasaron a reforzar al Bayern. Y sufrió numerosas lesiones de larga duración. A cambio, sin embargo, se reforzó mucho más que la mayoría de sus rivales: en esas dos temporadas invirtió 66,5 millones netos (fichajes menos ventas), casi tantos como el Wolfsburgo (73,5) y el triple que el Bayern (20). Y su ratio de lesionados, siendo altísimo, fue inferior al de su principal rival alemán. Para un club que superaba los 300 millones de euros de ingresos anuales, acabar la liga a una distancia sideral del campeón, incluso rozando el descenso en algunos momentos, supuso un golpe muy duro.
La causa principal del mal rendimiento del equipo en los dos años recientes residió en el juego y las lesiones, mucho más que en las altas y bajas. Aubameyang cubrió perfectamente el adiós de Lewandowski: si el nuevo delantero del Bayern marcó 17 goles en liga, el del Dortmund logró 16. La baja de Götze había sido suplida a través del soberbio Mkhitaryan. Si acaso, eran reprochables por inanes las contrataciones de jugadores como Immobile o Adrián Ramos. Las lesiones sí resultaron demoledoras para comprender un porcentaje importante de la problemática que afrontó Klopp. En buena parte fueron fruto de accidentes y adversidades, y afectaron notablemente el rendimiento colectivo.
Nada influyó tanto como el juego. Mientras solo fue un "outsider" exitoso, el Dortmund pudo aplicar las reglas de Klopp: esperar y correr, "wait and run". Cuando pasó a lucir en la camiseta los dos títulos consecutivos de liga y el honor de ser finalista de Champions, los rivales decidieron cambiar las reglas: ya no iban a regalarle graciosamente el espacio al equipo de Klopp para que sus cohetes pudieran correr. Así, uno tras otro, los contrincantes alemanes le aplicaron su misma medicina. Esperaron atrás y dejaron que fuese el Dortmund quien tuviera el balón y afrontara uno de los grandes desafíos del fútbol: atacar una defensa amurallada. Pusieron sordina al heavy metal. Y uno tras otro ajusticiaron al equipo de Klopp. Nadie se lo demostró mejor que la Juventus de Allegri con su doble victoria en Champions a base de contraataques.
El BVB se estrellaba contra todos los rivales que le regalaban el balón. Klopp no acertó a desplegar un buen ataque posicional pese a contar en sus filas con jugadores idóneos como Kagawa, Mkhitaryan, el recuperado Gündogan (hombre clave), Reus o Aubameyang. Insisto en que las lesiones influyeron poderosamente, pero más importante resultó la propuesta de juego y jugadores: Kirch, Grosskreutz, Kehl, Bender... El Dortmund se atascó en la mayoría de partidos cuando el rival le negó el espacio y le regaló el balón. Baste recordar que para sumar 15 puntos la pasada temporada, Klopp necesitó 17 partidos (toda la primera vuelta) y ahora Tuchel solamente ha precisado 5 partidos, con una eficacia goleadora que supera cualquier antecedente en el club, como refleja Sport360 en esta tabla.
Thomas Tuchel, que en el Mainz 05 se había distinguido por la versatilidad táctica, aprovechó el año sabático que se tomó para aprender y comprender. Comprendió la problemática borusser y cuando accedió al puesto no lo dudó: Weigl por Grosskreutz como símbolo. Jugadores técnicos en vez de bravos legionarios. El capitán Kehl ya había anunciado su retirada y el nuevo entrenador facilitó otras salidas: Kirch, Immobile, Kuba Blaszczykowski... Hizo titular a Ginter en la banda derecha, convirtió a Bender en el jugador número 15 o 16 y puso a todos los buenos en el ataque (Gündogan, Kagawa, Mkhitaryan, Reus y Aubameyang) protegidos por el jovencito Weigl, que es el pivote idóneo sobre quien se apoyan todos los compañeros amarillos. Basta ver el gráfico realizado por Flavio Fusi para evidenciar la relevancia de Weigl, convertido en el faro del equipo.
Y los detalles. Como explica Marcel Schmelzer, una de las notables diferencias de Tuchel respecto de Klopp es que "Tuchel hace mucho énfasis en loos pequeños detalles. Detalles que parecen insignificantes, como pasar el balón al pie preferido del receptor". El Dortmund de hoy muestra un juego de posición preciso y eficaz, de combinaciones rápidas que cargan el costado izquierdo y buscan finalizar por el opuesto mediante las subidas constantes de Ginter. Los alley oop de Gündogan a Ginter recuerdan inevitablemente las combinaciones que establecían Xavi y Alves en el Barcelona. Si miramos las secuencias de pases del BVB, confeccionadas por Halbraumrandale, resulta significativa la sobrecarga de la banda izquierda como iniciadora del juego y la levedad en el uso del costado derecho, que solo se emplea para las finalizaciones.
El cambio en el Dortmund ha sido copernicano. Naturalmente, la nueva propuesta contiene riesgos importantes, como todo concepto de juego. Ahora, el BVB dominante que ataca en posicional se halla mucho más expuesto al contraataque rival, como le sucedió el pasado domingo ante el Darmstadt, pero esta es la parte de riesgo que debe asumir obligatoriamente todo equipo que pretende ser dominador en vez de dominado. La propuesta de Tuchel, simbolizada en la permuta Weigl - Grosskreutz, resulta mucho más que anecdótica. Es revolucionaria, tanto si lo vemos desde el prisma local del Dortmund como del nacional de la Bundesliga, y se inscribe dentro de un proceso de renovación conceptual del fútbol en Alemania que se inició con el nuevo siglo. Proceso apasionante aunque no sepamos dónde ni cómo desembocará.
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