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domingo, 16 de marzo de 2014

Humillación aplastante al eterno rival


Como el fútbol se mueve por los derroteros de las modas, y en los tiempos que corren se recurre al concepto de la intensidad como señal inequívoca de éxito, se puede hacer referencia perfectamente a este criterio para definir lo que fue el partido entre Manchester United y Liverpool. Dos caras totalmente diferenciadas como ya comentábamos en la previa al encuentro: la descomposición frente a la fe y la ambición. Moyes salía con todo lo que tiene ante los reds, Van Persie, Rooney, Mata y Januzaj. Mientras, el Liverpool se resguardaba en medio con un trivote formado por Gerrard, Allen y Henderson.

Hablamos de intensidad en el ataque del Liverpool como la clave que evidenció la falta de ideas en los Red Devils (algo que no es noticia). Los de Brendan Rodgers salieron a morder, desarmando por completo la salida de balón del United y volviendo locos a los de Moyes con la electrizante movilidad de su ataque. La posición de Sterling por medio y los continuos desmarques de Suárez y Sturridge trajeron de cabeza a la zaga local, que veía incapaz como el Liverpool ponía en escena una superioridad latente en el césped de Old Trafford.

Esa superioridad fue plasmada en la primera mitad con el gol de Gerrard, que llevaba a los visitantes con ventaja al descanso. Fantástico control de Luis Suárez para dejar absolutamente quebrado a Rafael, y el brasileño que sacaba la mano a paseo para evitar que el punta charrúa encarara a De Gea. Clattenburg lo penalizó con penalti, aunque la polémica llegó al no mostrar la segunda amarilla al lateral de los red devils. El capitán transformaría de manera magistral su tanto 107 con la zamarra del Liverpool. Poca reacción de los de Moyes que observaban con impotencia la triste y cruda realidad.

La supremacía Red en el partido terminó de ponerse de manifiesto nada más comenzada la segunda mitad con el segundo tanto de penalti de quién mejor evidencia el espíritu que debe guiar al Liverpool a la pelea por el campeonato, Steven Gerrard (108 goles con el club de su alma). El tanto del eterno capitán silenció Old Trafford, exponiendo que las tornas han cambiado, que la casa del campeón ya no causa temor alguno. Cuando el United lo intentó, con más corazón que otra cosa, el Liverpool se transformó al contragolpe, y así consiguieron hacer sangre del árbol caído. Gerrard erró el tercer penalti de la tarde, pero Suárez no falló en su cita con el gol.

La desintegración del United opositó con la ilusión del Liverpool, que ya piensa seriamente en volver a ser campeones muchos años después. Los de Rodgers mostraron su personalidad y volvieron a presentar sus credenciales justo en la salida más complicada que le quedaba a los reds de aquí a final de temporada, y ahora deberán recibir a Tottenham, City y Chelsea en Anfield. El United se queda hundido y casi sin posibilidades de alcanzar el cuarto puesto, y deberán remontar el miércoles ante Olympiakos con la moral arrastrada por los suelos. Quién sabe si es el inicio del fin de la era Moyes. Las vueltas que da la vida.

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