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La Juventus huele el título, ya casi lo roza. A medio gas, sin desgaste y contemporizando se impuso por 3-1 a un Inter cada vez más venido a menos. Lichsteiner, Chielini y Arturo Vidal, guiados por la magia intermitente de Andrea Pirlo fueron más que suficientes para sumar otros tres puntos y acercarse aún más al Scudetto aprovechándose del enésimo tropiezo del Napoli.
El equipo de Antonio Conte empezó sin prisa, se sabía superior y no hacia falta correr. Pirlo, como simpre candecioso, marcaba el son y su orquesta tocaba a su compás. Su sinfonía llegó al culmen con un pase mágico dibujado al cielo de Turín para que Lichsteiner, en plancha, cabeceara a las mallas. El gol fue sólo una interrupción en el ritmo lento del partido.
No hubo noticias del Inter hasta que Palacio falló incomprensiblemente el empate antes del descanso. Perdonó el argentino pero no Chielini, que se encontró un balón rebotado dentro del área para volver a batir a Handanovic y sentenciar el partido justo a la vuelta de vestuarios. El inicio de locura lo culminó Vidal que, de nuevo tras un rebote, hizo el tercero.
Sin con el encuentro igualado el ritmo fue bajo, con el 3-0 la Juve echó a dormir el partido y su siesta sólo la interrumpió Rolando. El 3-1 fue tan solo un amago, un último resquicio de esperanza y raza de un Inter que languidence en la medianía. La Juventus no tiene rival y gana casi sin sudar.
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