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domingo, 7 de abril de 2013

El típico partido sin premio


Con un minuto de silencio en honor a las 96 víctimas de Hillsborough empezó en Liverpool un partido predestinado al disfrute de la afición red en un día tan señalado, con el aniversario de la tragedia el próximo 15 de abril. Todo lo respetuoso que estuvieron los aficionados de uno y otro equipo se evaporó según arrancó el partido, y como debe ser Anfield se volcó con sus canciones y bufandas al viento.

Quizá por la emotividad del momento, quizá por las sensaciones de la última remontada en liga, los reds tenían una única consigna en sus libretas: ganar. Y no se conformaban con los tres puntos, el mensaje era dominar cada uno de los noventa minutos del encuentro. Stewart Downing y Philippe Coutinho serían los escuderos de Luis Suárez. Coutinho tiene todo el derecho moral y futbolístico para estar ahí, pues su número de asistencias de gol y presencia en ataque es incuestionable. Downing aunque voluntarioso no acaba de convencer y la mala suerte se cebó retirándose lesionado a los 25 minutos de juego, entrando así un Sturridge que parece haber perdido la confianza de Rodgers.

El joven técnico del Liverpool debió de romper la hoja de ruta en el descanso porque no había dado resultados. Dominaban y tiraban más (de hecho el West Ham no tiró entre los palos ni una sola vez) pero el balón acababa en la red por el lado equivocado. Tal vez Rodgers quedó rebanándose los sesos preguntándose que parte de "ganar" no había calado entre los suyos, y decidiendo que un mensaje más vehemente sería el adecuado para la segunda parte: "machacar". Y eso es lo que pasó en la segunda parte, pero sin goles.

El West Ham se metió atrás y como gato panza arriba se defendía y arañaba minutos al crono librándose de cada embestida local. Incluso le daba para contraatacar pero tampoco conseguían acertar y cuando lo hicieron Lucas Leiva se vistió de superhéroe sacando un balón a Reina bajo palos. El partido era todo prisas, marcado por las imprecisiones de la urgencia, la ansiedad y los nervios.

Así pues acabó el partido con un increíble empate a cero. Difícilmente un equipo puede buscar el gol de forma más descarada sin sacar rédito a los esfuerzos empleados. El West Ham sin embargo sabe que si merecía algo era una goleada, así que un rácano empate a cero fue un premio monumental. Todo un éxito para un equipo que venía de perder muchos partidos seguidos. Al Liverpool por su parte no se le puede pedir más actitud, pero sí más precisión, para lograr salir de Inglaterra el año que viene.

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