El encuentro de Villa Park se esperaba como el auténtico examen para el Liverpool de este año. Tras empezar ganando con buen juego pero perdonando goles, el Aston Villa de Paul Lambert era la prueba perfecta para ver la proyección que podrían tener los de Brendan Rodgers.
El partido se desarrolló como se esperaba, posesión para los reds, pero respetuoso vigilando las contras y el instinto asesino del gran goleador de inicio de campaña, Christian Benteke. El primer cuarto de partido fue de un absoluto e insultante dominio visitante, con el estilo Rodgers presente jugando al toque, combinando con cabeza y sin rifar ningún balón. No había tenido sin embargo mucha presencia en los últimos metros, pero solo le hizo falta una jugada personal de Daniel Sturridge driblando a varios defensas para acabar sorteando incluso al portero Guzan y rematando con la izquierda en un escorzo letal.
Benteke, como era predecible, estaba siendo el mejor del Villa, y Simon Mignolet tenía que emplearse a fondo para mantener su puerta a cero. El Aston Villa empezaba a coger aire y el Liverpool parecía que veía el partido tan fácil que se fue a echar la siesta hasta el final de la primera parte. Los villanos mejoraban pero sobre todo por la relajación de los de Rodgers.
La segunda parte fue el partido opuesto. El Liverpool siendo infiel a sí mismo, dejando que el Villa le planteara problemas atrás. Agger a ratos serio, a ratos en babia, era salvado continuamente por Kolo Touré. El partido estaba con ese olor a mojado que precede a la tormenta. El empate o la sentencia estaban en el aire y los veintidós jugadores lo sabían. Nervios a flor de piel. El Liverpool lo había vuelto a hacer. Desconexión, almas moribundas vagando por el césped. Los peores fantasmas volvieron para atormentar al aficionado red.
Y ciertamente no fueron capaces de matar el partido, intentando posesiones largas que no conseguían enlazar. Aly Cissokho debutó con el Liverpool en un cambio que pocos entendieron. Iago Aspas, correcto pero menos incisivo que la jornada pasada fue el sacrificado. El ex valencianista no ocupó el lateral de José Enrique como era de esperar, sino que se mantuvo como extremo izquierdo.
El Liverpool lejos de mejorar siguió a la deriva y se acabó llevando los tres puntos gracias a la renta conseguida en los primeros 30 minutos de partido y a la mano izquierda de Mignolet, que sacó a cinco minutos del final un remate a bocajarro de Benteke. También hay que agradecer que no tuviera incidencia en el resultado un penalti no pitado a Sturridge en el descuento, que el árbitro, muy cerca, no consideró apropiado señalar.
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