Dicen los que saben de esto que el fútbol es justo porque siempre devuelve lo que en algún momento ha quitado. Puede pasar mucho tiempo para eso, pero al final paga las deudas contraídas. De eso hoy sabe mucho Giuseppe Rossi. Varios años al máximo nivel en el Villarreal lo alzaron a la cúspide del fútbol mundial, siendo el líder de un equipo muy humilde que había conseguido meterse entre los mejores de Europa en la Champions League. Media Europa se peleaba por él, la Juventus incluso le llegó a ofrecer un contrato. Pero su carrera se cortó en seco cuando se lesionó a finales de 2011 y no volvería a jugar hasta mediados del presente año. La Fiorentina confió en él para ser uno de los líderes de su ambicioso proyecto y no ha defraudado. Esta tarde, además, se cobró en Florencia la deuda que tenía con el fútbol.
Estos partidos son siempre especiales, hay muchos episodios que rodean a los clásicos que los convierten precisamente en eso, en clásicos, en enfrentamientos sin igual. El de hoy es un fragmento más para motivar la intensa rivalidad entre Fiorentina y Juventus, una pequeña revancha viola de aquel 0-5 bianconero de hace dos temporadas, que dolerá y mucho a una Juve que se empieza a jugar mucho en estas semanas de competición. Porque ir ganando por dos goles de diferencia a falta de poco más de veinte minutos para el final y acabar derrotado por otros dos goles de margen escuece y mucho. Tres de esos tantos los marcó Giuseppe Rossi.
Si nos atuviésemos solamente a las estadísticas, se podría decir que la Fiore mereció ganar el partido. Tuvo más el balón, dominó el partido durante muchos minutos, aunque pocas veces llegó a perturbar a Buffon, antes del minuto 68, claro. La Juventus prefirió dejar la iniciativa a la Viola y jugar la carta del contragolpe. Le estaba saliendo bien el juego porque la Fiorentina no tenía profundidad, no encontraba a Rossi, Valero aparecía en zonas sin influencia y Buffon no sufría.
En ataque era otra historia. La inserción de Llorente en la delantera daba un desahogo tremendo a Pirlo o los centrales para sacar la pelota. El riojano la dejaba de cara a los que venían, ganando en anticipación a los centrales, pero después la Juve no sacaba nada en claro de esas acciones, muy repetidas. Tévez era el único realmente peligroso de la Vecchia Signora, muy móvil como siempre por todo el frente del ataque, agresivo en la presión. Fue una combinación entre los dos atacantes lo que ocasionó el penalti sufrido por el Apache, que transformó. Esa fue la primera acción que salía cara a los centrales florentinos, poco atentos a los movimientos rivales. La segunda llegó tres minutos después, cuando un malentendido entre Roncaglia y Neto dejó un balón suelto en el área que cazó Pogba para hacer el 0-2.
Era un resultado muy abultado para lo que se había visto hasta el momento. La Juve no había sido superior, tampoco la Fiore, es cierto. A los de Montella se les veía sin mucha capacidad de reacción. Tenían a casi todos los jugadores ofensivos disponibles en el campo después de que Mati Fernández sustituyera al lesionado Ambrosini en el primer tiempo. Quedaba Joaquín. El andaluz entró por Aquilani y ahí empezó a cambiar el partido. Aun así, ni cuando Rossi marcó el penalti que había sufrido Mati, muy discutible, se podía prever lo que estaba por venir. Ese gol llegó en el minuto 68. Diez después empezó el festival.
La Juve parecía estar controlando el juego, sin sufrir demasiado y con alternativas en ataque (Marchisio estuvo cerca del 0-3 tras una gran asociación con Llorente). Pero Rossi tenía ganas de volver a ser grande y probó un disparo desde la frontal. El efecto de la pelota sorprendió a Buffon y se coló en la portería. La Juve quedó conmocionada a partir e ahí. Apenas dos minutos después, con la defensa bianconera muy desconcertada, una contra viola llegó al área juventina, donde Borja Valero tuvo tiempo para pensar y encontrar solo en el segundo palo a Joaquín, que marcó ante la salida de Buffon. La Juve salió en tromba justo después para empatar, pero lo que se encontró fue con otro contragolpe mortal conducido por Cuadrado, que esperó el momento justo para ceder a Rossi. El italo-americano cerró su hat-trick y el partido con un disparo de primeras colocado a la escuadra para desatar la locura en el Artemio Franchi y un terremoto en Turín en vísperas de su visita trascendental al Bernabéu.
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