Durante la primera media hora, la Juventus se pareció muchísimo, casi fue un reflejo perfecto de la primera Juve de Antonio Conte, el equipo de su estreno en el banquillo bianconero. Aquella temporada, hace dos, la Juve era un equipo que jugaba de maravilla, presionaba la salida de balón del rival y no permitía sustos en portería propia. Así lo sufrió en sus carnes la Lazio de Petkovic. El partido de la Supercopa fue realmente engañoso. La Juve jugó bien, mereció ganar, pero no aplastó a la Lazio como para conseguir hacerle cuatro goles. Esta vez, en Turín, sí fue así. Un equipo volcado en el campo del contrario, al que no dejaba casi ni respirar, ni pensar, sólo defenderse de las acometidas constantes.
Sin embargo, si se hacen caso a las estadísticas, la Lazio debería haberse considerado muy superior porque disparó mucho más que la Juve. Parecía una consigna estudiada desde el banquillo de Petkovic: disparar con frecuencia desde media distancia, probar constantemente a Buffon. Los tiradores no eran malos, en absoluto, como Hernanes, Candreva, Lulic, González y después, ya en la segunda parte, entró Ledesma. Todos dispararon desde lejos y sólo sirvió el zapatazo de Hernanes que Buffon no blocó y Klose, cazagoles de marca registrada, puso el 2-1.
Todos los jugadores de la Juve estaban entonados, tres de ellos especialmente frescos mental y físicamente: Carlos Tévez, Arturo Vidal y Leonardo Bonucci. El Apache marcó y se está adaptando muy bien al juego de la Juventus. Ha entendido a la perfección su papel, que quizás es el que mejor le viene de toda su carrera. Como segunda punta de Vucinic recibe y se va, se desmarca y deja espacios libres para sus compañeros y tiene regate y gol, tres goles en tres partidos oficiales.
Vidal fue el que rompió el partido con dos golazos perfectos en la ejecución, en la medición de los tiempos tanto de pasador como de rematador. El primero, un pase a lo Laudrup de Pogba, sin mirar, que se le quedó pegado al pie a Vidal y su remate suave superó la salida de Marchetti. De hecho, los tres primeros goles de la Juve fueron con tres toques leves de los delanteros en los que el arquero italiano no estuvo acertado en las salidas, así como sus defensas fallaron en las marcas.
Bonucci fue el francotirador que puso el balón dos veces donde, cuando y con la potencia que quería, da igual que fuera con la izquierda o con la derecha. Sensacionales asistencias medidas desde más de treinta metros a Vidal primero y a Vucinic después, que dejó a los goleadores en boca de gol. El tanto del montenegrino apagó la potencial ambición laziale de tentar la remontada, y más cuando Hernanes se autoexpulsó forzando su segunda amarilla al rematar un centro con la mano. El partido decayó en un ritmo lento y parsimonioso. A diez minutos del final, Tévez le rompió la cintura a Cana y puso el balón muy lejos del alcance de Marchetti para hacer que el partido de la segunda jornada de la Serie A se haya parecido mucho al de la final de la Supercopa, con la sutil diferencia de que esta vez la Juventus fue mucha más Juventus.
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