Nunca fue tan feliz el Liverpool con una derrota, aún con resaca en su paso por el Etihad después de ganar la Premier hace una semana. El City recibió al campeón como dicta la costumbre, con un pasillo que dignifica al cuadro de Guardiola. Le honra el detalle tras ceder la corona a un rival que puso demasiado empeño durante todo el año como para permitirse la licencia de pasearse por Manchester. El City, sin embargo, se remangó para servirse la revancha (4-0).
Henderson capitaneó la salida solemne a la cancha aunque nadie se dio la mano. Cumplido el protocolo, se acabó el tono amistoso. A un inicio atropellado le precedió un ejercicio autoritario en ataque del City. Supo camuflar sus lagunas atrás -pese a la buena actuación del recuperado Eric Garcia- porque fue inapelable cuando se asomó al arco de Alisson. Sterling mareó a Joe Gomez, caracoleó al inglés y De Bruyne anotó de penalti. El 1-0 descorchó un choque en el que Salah remató a la madera. El destino favoreció al City.
No acertó a definir el Liverpool y Guardiola dio a probar a Klopp su propia medicina. Gabriel Jesus le dio sentido a un contragolpe en el que Foden citó a Sterling para que el inglés pusiera el 2-0. Un mundo para el campeón, con todo hecho en Inglaterra y con pocas ganas de esforzarse frente a la respuesta de un City al que le provoca alergia perder. Más aún tras escuchar pirotecnia al inicio, choteo que se concedieron algunos aficionados del Liverpool en las afueras del Etihad.
De Bruyne rebatió. Al belga se le va a hacer demasiado corto el final de temporada, desenfrenado tras el confinamiento. Se siente superior al resto y deja huella en cada encuentro, agudo como nadie. Ve espacios milimétricos y parece que juegue con esmoquin, socio de lujo de Foden en una triangulación que acabó con cualquier atisbo de reacción. El City engulló al Liverpool como mensaje subliminal de que esto es un punto y aparte. Aún queda historia por contar.
Le supo a poco el triunfo al City y entre tanta rotación se adornó con el gol de Oxlade-Chamberlain en propia, recompensa a una noche en la que le salió todo de cara. Se protegió ante las tentativas del cuadro de Anfield y reaccionó con la eficacia que le faltó durante meses. Este llegó demasiado tarde en un club que pone ahora el foco en la Champions. La derrota para el Liverpool, en cambio, no pasa del terreno de la anécdota. A rey muerto, rey puesto. Klopp gobierna en Inglaterra.
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