martes, 19 de febrero de 2019

Sigue todo abierto


Antes del inicio de cada eliminatoria se suele decir que son de 180 minutos y no hay que pensar sólo en el partido de ida. El Liverpool-Bayern de Anfield, fue el gran ejemplo de ello. Al final de los 90 minutos, todos los jugadores se abrazaron y casi, todos parecían satisfechos con el marcador. El único que ha perdido en Anfield es el espectáculo. Y para muestra, los disparos a portería: uno por cada equipo. Concretamente, la segunda mitad apenas tuvo movimiento cerca de las áreas salvo un disparo final de Mané que no fue ni siquiera a portería. Resolverá el Allianz Arena tras un mal partido donde, sin duda, lo mejor fue el atronador You'll Never Walk Alone que cantó la afición red y se comió el himno de la Champions.

Afirmó Klopp en la previa que su afición le exige el título de Premier pero que no iban a tirar la Champions. Y así, dispuso al mejor once que tenía disponible, con el parche de Fabinho como central por las bajas de Lovren y Van Dijk y Matip ejerciendo de titular apenas por décima vez en la temporada. No se notó esa falta de ritmo o le buscaron los defectos sobre todo porque el Bayern fue a Anfield a dejar pasar el tiempo.

Sorprendentemente, los de Kovac apenas atacaron pese a su condición de visitante. Ni Gnabry, ni James, ni Coman propusieron fútbol ni Lewandowski tuvo un gran trabajo en el frente de ataque. Difícil entender el planteamiento de Kovac, más allá del obvio de querer llegar a Múnich con el marcador a cero en contra. Eso sí, un tanto red en Alemania pondría muy en entredicho esta visión de la eliminatoria. En ningún momento se vio un Bayern que quiso imponerse en Liverpool y tampoco se vio un Liverpool que quisiera comerse la meta de Neuer. El empate lo deja todo para la vuelta y la victoria fue, sobre todo, del tedio. Sirva como ejemplo el último cambio del partido: Rafinha entró por Gnabry. Mal partido entre dos equipos llamados a dar espectáculo.

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